EL PAIS; Montevideo, 19 de marzo de 2008
Hernán Sorhuet Gelós
Según la Unesco, aproximadamente el 30% de todas las especies animales y vegetales del mundo se encuentran en la región amazónica.
SIN EXAGERACIÓN
Las cifras que maneja el Programa Hidrológico Internacional (PHI) de la Unesco son contundentes.
La región amazónica alberga alrededor del 15% del agua dulce utilizable del planeta. De sus 8 millones de kilómetros cuadrados de extensión, se calcula que 6.9 millones forman parte de la cuenca del río Amazonas.
Subsiste la creencia equivocada de que la Amazonía es un inmenso territorio prácticamente deshabitado. Cerca de 30 millones de personas viven en ella, aunque solamente un millón son indígenas. Más del 60% viven en centros urbanos.
Quizás el aspecto mejor conocido de la última gran selva tropical lluviosa que queda es el relativo a su increíble riqueza en diversidad biológica. Según la Unesco, aproximadamente el 30% de todas las especies animales y vegetales del mundo se encuentran en la región amazónica. Este estimativo es probable que se quede corto, si tomamos en cuenta que para muchos biólogos de reconocida idoneidad, esta región alberga entre 5 y 30 millones de especies (Erwin, T. 1988) aunque la ciencia solamente ha clasificado a algo más de un millón.
Para tener una idea de la riqueza biológica de este magnífico bioma alcanza con mencionar algún ejemplo. En la Amazonía peruana se han registrado la más elevada concentración de especies de árboles que se conoce, con 300 especies en una hectárea de terreno; y que en un mismo árbol se han identificado 5 mil especies de insectos.
A pesar de toda la ignorancia que aún tenemos, hemos determinado en tanta abundancia una gran variedad de especies útiles. Más de 2.000 especies de plantas han sido ya identificadas como útiles, la mayoría de ellas conocidas por los indígenas por sus propiedades curativas y medicinales.
También las hay de valor alimenticio y productoras de aceites, grasas, ceras, barnices, aromas, taninos, látex, gomas, condimentos, venenos, etc. Y, para lo último dejamos los árboles de valor maderero, pues la riqueza asciende a 4.000 especies (“Amazonia sin mitos” -BID, Pnuma, TCA).
Lo que quizás no se perciba desde la visión de las personas urbanas es que sitios como éste constituyen un extraordinario e insustituible laboratorio biológico y ecológico para la vida en la Tierra. Por lo cual, su conservación significa, ni más ni menos, un seguro de vida para la humanidad.
Otro aspecto clave del sistema amazónico –en especial para el continente- tiene que ver con el ciclo del agua. El 50% del vapor de agua existente en la Amazonia es transportado hacia el oeste gracias a los vientos provenientes del océano Atlántico; el otro 50% proviene de la evapo-transpiración de los bosques en sí.
La cordillera de los Andes actúa como barrera natural lo suficientemente elevada como para obligar a toda esa humedad a viajar al sur.
Si esta dinámica se alterara o desapareciera, cambiarían dramáticamente el régimen de lluvias de los ecosistemas ubicados al sur de la gran selva. Y con ello su vegetación, su fauna, la estructura de los suelos, etc.
Esta terrible variable podría activarse como uno de las consecuencias del calentamiento global. ¿Si tendremos asuntos claves en juego con el cambio climático?
Por lo dicho, cuando se discute, negocia y decide el futuro de la selva amazónica, está mucho más en juego que proteger un hermoso paisaje o a los pueblos indígenas que allí viven.
Las decisiones que tomemos en esta primera mitad del siglo XXI, marcarán el rumbo de la humanidad.
El secreto electromagnético de la consciencia.
Hace 2 semanas
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