Envío del cronista ambiental
Hernán Srohuet Gelós de DIARIO EL PAIS,de Uruguay
Informes del IPCCEL PAIS; Montevideo, 27 de Agosto de 2008
Hernán Sorhuet Gelós
La migración forzosa por razones climáticas deberá aceptarse como una adaptación al cambio climático.
LOS NUEVOS REFUGIADOS
La llegada a nuestras vidas del cambio climático como uno de los problemas globales más impactantes obliga a analizar los múltiples aspectos que incluye. Uno de ellos en particular continúa deliberadamente postergado. Nos referimos a la migración forzosa por razones climáticas.
Se trata de una nueva categoría de migrantes. Sin embargo la resistencia a reconocerla es grande. Aunque la idea sobrevuela en muchas organizaciones, ni siquiera existe una definición aceptada del concepto. Se trata de una categoría especial de personas que por razones de supervivencia, se ven obligadas a abandonar la región o el país en el cual viven.
La ocurrencia de algún desastre natural repentino (fenómenos meteorológicos, como un huracán o una crecida) o lento (proceso climático, como desertificación, elevación del nivel del mar o salinización de la tierra) empuja a familias enteras a dejar sus hogares, donde su futuro está dramáticamente comprometido. La imposibilidad de retornar a sus lugares de procedencia puede ser transitoria o permanente.
Al no existir estas categoría esas personas desplazadas y en extrema vulnerabilidad, no tienen acceso a las ayudas previstas para los refugiados.
¿Cuál es la razón de esta resistencia a reconocer algo que parece tan obvio? Como suele suceder en temas complejos como éste, siempre existe más de una razón.
En primer lugar, si todos reconocen la posibilidad de que existan refugiados ambientales por razones climáticas, también aquí la mayor carga deberán asumirla los países desarrollados. Son ellos los principales causantes del problema, a través de sus elevados niveles de emisiones de gases de invernadero a la atmósfera. En otras palabras, las naciones incluidas en el anexo I del Protocolo de Kioto tiene una mayor responsabilidad en el asunto y, por lo tanto, es lógico esperar que asuman las obligaciones más pesada en la solución de los problemas.
En materia de refugiados ambientales las perspectivas no son nada buenas, considerando la frecuencia y magnitud de los problemas que anuncia el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC).
En segundo lugar, ante este panorama se deberán modificar las políticas de inmigración, especialmente la de los países desarrollados. En ese sentido, ya se escuchan propuestas de que esos países deberían hacerse cargo de una cuota de migrantes por razones climáticas, proporcional a sus emisiones totales. Aspectos como éste ayudan a explicar porqué existe tanta resistencia a avanzar en este terreno. De hecho, hasta ahora ningún país ha querido centrar precedente aceptando la categoría de refugiado ambiental por razones climáticas.
Seguramente no es casualidad que se insista tanto desde los países desarrollados en lograr exitosas medidas de adaptación en los estados más vulnerables al cambio climático, porque asegurarían, que las poblaciones afectadas no migraran en forma masiva. Quizás por esta razón se impone la idea de que la migración forzosa por razones climáticas es un fracaso de las políticas de adaptación, cuando perfectamente podría considerarse una forma de adaptación, cuando los riesgos y la condiciones imperantes in situ llegaron a niveles inmanejables.
Como decíamos, la complejidad y dinámica del tema parecen garantizar una marcha lenta de las negociaciones, a pesar de que el tiempo apremia.
Hernán Srohuet Gelós de DIARIO EL PAIS,de Uruguay
Informes del IPCCEL PAIS; Montevideo, 27 de Agosto de 2008
Hernán Sorhuet Gelós
La migración forzosa por razones climáticas deberá aceptarse como una adaptación al cambio climático.
LOS NUEVOS REFUGIADOS
La llegada a nuestras vidas del cambio climático como uno de los problemas globales más impactantes obliga a analizar los múltiples aspectos que incluye. Uno de ellos en particular continúa deliberadamente postergado. Nos referimos a la migración forzosa por razones climáticas.
Se trata de una nueva categoría de migrantes. Sin embargo la resistencia a reconocerla es grande. Aunque la idea sobrevuela en muchas organizaciones, ni siquiera existe una definición aceptada del concepto. Se trata de una categoría especial de personas que por razones de supervivencia, se ven obligadas a abandonar la región o el país en el cual viven.
La ocurrencia de algún desastre natural repentino (fenómenos meteorológicos, como un huracán o una crecida) o lento (proceso climático, como desertificación, elevación del nivel del mar o salinización de la tierra) empuja a familias enteras a dejar sus hogares, donde su futuro está dramáticamente comprometido. La imposibilidad de retornar a sus lugares de procedencia puede ser transitoria o permanente.
Al no existir estas categoría esas personas desplazadas y en extrema vulnerabilidad, no tienen acceso a las ayudas previstas para los refugiados.
¿Cuál es la razón de esta resistencia a reconocer algo que parece tan obvio? Como suele suceder en temas complejos como éste, siempre existe más de una razón.
En primer lugar, si todos reconocen la posibilidad de que existan refugiados ambientales por razones climáticas, también aquí la mayor carga deberán asumirla los países desarrollados. Son ellos los principales causantes del problema, a través de sus elevados niveles de emisiones de gases de invernadero a la atmósfera. En otras palabras, las naciones incluidas en el anexo I del Protocolo de Kioto tiene una mayor responsabilidad en el asunto y, por lo tanto, es lógico esperar que asuman las obligaciones más pesada en la solución de los problemas.
En materia de refugiados ambientales las perspectivas no son nada buenas, considerando la frecuencia y magnitud de los problemas que anuncia el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC).
En segundo lugar, ante este panorama se deberán modificar las políticas de inmigración, especialmente la de los países desarrollados. En ese sentido, ya se escuchan propuestas de que esos países deberían hacerse cargo de una cuota de migrantes por razones climáticas, proporcional a sus emisiones totales. Aspectos como éste ayudan a explicar porqué existe tanta resistencia a avanzar en este terreno. De hecho, hasta ahora ningún país ha querido centrar precedente aceptando la categoría de refugiado ambiental por razones climáticas.
Seguramente no es casualidad que se insista tanto desde los países desarrollados en lograr exitosas medidas de adaptación en los estados más vulnerables al cambio climático, porque asegurarían, que las poblaciones afectadas no migraran en forma masiva. Quizás por esta razón se impone la idea de que la migración forzosa por razones climáticas es un fracaso de las políticas de adaptación, cuando perfectamente podría considerarse una forma de adaptación, cuando los riesgos y la condiciones imperantes in situ llegaron a niveles inmanejables.
Como decíamos, la complejidad y dinámica del tema parecen garantizar una marcha lenta de las negociaciones, a pesar de que el tiempo apremia.